Luego de casi 4 meses de haber llegado a Madrid, el miércoles decidí que era momento de continuar la senda musical que había iniciado junto a Toro. Fue hace un par de años, cuando desde el nido de O´higgins, empecé a intercambiar litros de cerveza por clases de guitarra. Eran noches mágicas y largas, cortábamos entre semana a las 4 de la matina más o menos luego de que los dedos queden todos machucados.
Rememorando lo bien que se pasaba con el instrumento de 6 cuerdas, decidí comprarme uno en un Cash Converters y a la módica suma de 40 euritos nada más. Veremos como avanzamos, puesto que el profe está a más de 12 mil kilómetros de distancia. Tendré que buscar otro.
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